Lolita Torres, genio y figura

Un sitio para recordarla


Con la firme intención de enmendar el olvido y el vacío en el que semejante artista se ve sumergida, y rescatando esta maravillosa "perla negra" de entre la simple bijouterie, damos comienzo a este blog para su homenaje permanente e indeclinable.


Continuará.....


miércoles, 10 de marzo de 2010

ESPIANDO LAS PELÍCULAS I



Sinceramente mis películas "imprescindibles" de Lolita, las que tan sólo oyéndolas me resucitarían, son las filmadas entre el 51 y el 56, nueve películas. Las que coinciden con los últimos coletazos de la otrora floreciente industria cinematográfica que, para entonces, estaba en franca declinación. Estas películas también son las últimas en conservar aquel "modelo de representación" tradicional: sentimental, optimista. Unívoco. Las frecuentemente denostadas por la crítica comedias burguesas o de teléfono blanco encontraban en las películas de Lolita algunas de sus últimas expresiones. Últimas y fieles expresiones. La movilidad social, las mansiones, los ricos que abrían su corazón y sus familias a los pobres, sin ningún prejuicio de clase, mostrándose tan parecidos los unos y los otros, la ausencia de conflicto político. Nuestra adorable heroína a veces era muy pobre y otras muy rica pasando de una condición a la otra casi sin darse cuenta y sin esto representar un objetivo en sí. Estos rasgos fueron más puestos en evidencia por los sociólogos que por la crítica cinematográfica que a duras penas le concede a este tipo de cine comercial y de entretenimiento alguna mención.
Aquella primera mitad de la década del 50 tuvo características por momentos trágicas en la sociedad argentina, si asociamos el estreno en el 55 de "Más Pobre que una Laucha" y "Un Novio para Laura" al ambiente socio político que reinaba comprenderemos la función de este tipo de cine. Y este formato no era sólo para Lolita: en el 55 se estrena "Requiebro" que fue la presentación en Argentina de Carmen Sevilla con un elenco tan efectivo como los de las películas que nos ocupan: Ángel Magaña, Amalia Sánchez Ariño, el mismísimo Luis Dávila.... También mansiones, estancias, canciones españolas, españoles y una chica encantadora que, en este caso, era Carmen Sevilla. Obviamente Carmen Sevilla NO es Lolita y además nuestra homenajeada permanente es una chica "argentina" que también canta canciones "argentinas".

Jugando un poco con los datos de alguna bibliografía, encuentro que se señala al año 56 como de parálisis de la industris cinematográfica resultado de la interrupción del proteccionismo estatal y malas políticas en su producción y comercialización, además de marcarlo como un año de quiebre y pérdida absoluta de ese modelo de representación que será reemplazado en la cinematografía nacional por otro en que la visión del mundo es el conflicto y la oscuridad. Justamente en esta "recta final", en esta última bocanada de aire para la comedia burguesa, nos encontramos con una escena que sería a mi juicio la quintaesencia de ese modelo sentimental unívoco y transparente en el que triunfa indefectiblemente el amor: el leit motiv de "Amor a Primera Vista" es "Soy Feliz", tema que hace su aparición en el momento previo al frustrado casamiento cuando Mario se entera que su Matilde no es la verdadera; es una suerte de estado de ensoñación con una ambientación de cierta tendencia kitsch que remitiría a la decoración de las tortas de bodas de varios pisos de la época, con columnas y parejas de muñecos "novios" bailando el vals. Es la "aparente" culminación del amor y sinceramente el vals irradia felicidad. El tema se repite con otro "tempo" en diferentes situaciones hasta el final, en el que sí el amor y el romanticismo, dicho por boca de la protagonista, llegan al clímax y a su realización convirtiéndose en un vals nupcial. Considerando que este tipo de temática y formato estaban en inminente extinción la despedida no pudo ser mejor, esta película es su epítome y un verdadero banquete.

domingo, 7 de marzo de 2010

El amor... en la vida y en el cine.

¡Luz, cámara, acción! fue lo primero que pensó Enrique Carreras cuando la vio actuando en Goyescas. Esa era “la” chica que buscaba para su película e impulsado por el buen olfato la contrató inmediatamente. Para Lolita era su primer protagónico y, tras veintiocho semanas en cartel, “Ritmo, sal y pimienta” se constituyó en el primer peldaño de una serie exitosa de títulos. Luego de los primeros filmes con los hermanos Carreras se inició el ciclo para Argentina Sono Film con sus películas más recordadas: La mejor del colegio, Más pobre que una laucha, La edad del amor, Un novio para Laura, Amor a primera vista, Novia para dos… ¡Títulos de colección!
En cada uno de ellos podía descubrirse a una Lolita cada vez más eficaz, más precisa como comediante, radiante como mujer, segura, graciosa, convincente. Una artista plena que no cesaba de crecer. El público llenaba las salas durante semanas, y seguramente fue que… ¡Lolita rompió con el molde!
Ya había suficientes mujeres inalcanzables bajando por fastuosas escaleras, envueltas en vestidos largos y lujosos, con expresiones seductoras y voces susurrantes… y no es que estuviera mal eso, todo lo contrario… pero ya era hora de ver reflejada en la pantalla grande a la chica común, al menos en cuanto a modos y costumbres. Más allá de que su personaje perteneciera a un hogar humilde o a la alta sociedad, lo cierto es que Lolita reflejó a un tipo de chica con el que las jóvenes del momento gustaban identificarse. Se parecía más a la que todas eran o a la que querían ser. Sus personajes podían ser de origen modesto o adinerado, cometer travesuras o embarcarse en aventuras increíbles, enamorarse del profesor o del muchacho de barrio, del hijo del jefe o del cantante de moda… o de quien cualquiera se podía enamorar. Pero es que además la chica cantaba ¡Y cómo cantaba! ¿Entonces, qué más se podía pedir? Tal vez se había encontrado una nueva fórmula para el éxito que a su personalidad le caía redondita.
Junto al triunfo en el cine, explotó el boom de la radio, la grabación de discos para el sello Odeón y la fama inesperada y descomunal en la ex Unión Soviética. Todo ello sumado no hizo otra cosa que vigorizar la plataforma en que su celebridad se apoyaba y proyectaba firme y “en crescendo”. Su cara de chica buena, dulce y simpática, adorada por muchos, asomaba con frecuencia desde las tapas de las revistas de moda.
También en teatro había sumado un nuevo éxito: “Ladroncito de mi alma”, comedia musical que protagonizó con Juan Carlos Mareco, con la que agotaban las localidades cada noche, hasta que la muerte de Evita Perón acabó con los deseos de la gente de asistir a los espectáculos públicos.
En 1955 conoció a Santiago Rodolfo Burastero, ingeniero agrónomo, de quien se enamoró y con quien contrajo enlace en julio de 1957. Tras un largo viaje de bodas, anunciaron la llegada del primer hijo, Santiago, que nacería en abril de 1958.
Tras un paréntesis en su actividad artística, producto de su embarazo y maternidad, aceptó participar del Festival de Cine de Mar del Plata. El matrimonio Burastero se dirigía en auto hacia la costa argentina, cuando Santiago perdió el control del vehículo produciéndose un accidente que sería fatal. Lolita se llevaría del hecho fracturas y golpes pero, días más tarde y tras varios intentos médicos por salvarlo, su esposo perdía la vida en el hospital marplatense.
Fue, lamentablemente, la única historia de amor que no pudo terminar de filmar.



"Martirio de amor", canción de la película Ritmo, sal y pimienta.